Los adjetivos y la indiferencia
Las personas atentas a la realidad local se habrán enterado de que han aparecido dos jóvenes muertos en puntos distantes y en el plazo de unos pocos días y que se ha encontrado un fémur humano en la Alameda del Parral. Además de eso, también sabrán que una casa ha ardido –en un incendio provocado- en el centro de la ciudad.
Alguien que esté leyendo estas líneas puede estar dudando de si esto es verdad o no. ¿Cómo va a haber ocurrido esto apenas en un par de semanas en una ciudad pequeña y adormecida? ¿Cómo no van a constituir estos hechos una noticia impactante? ¿Son verdaderos estos hechos o no lo son? Pues sí, los hechos han ocurrido. No hay ninguna invención.
Sin embargo, si se añaden unos cuantos detalles la cosa cambia mucho: los jóvenes eran inmigrantes (polacos, concretamente); aparecieron en edificios en ruina (el de la Unión Previsora y el del aparcamiento en el antiguo Regimiento), uno de ellos no llevaba documentación, no tenía ni familia ni amigos conocidos y nadie ha reclamado el cadáver. En ambos casos no se ha hallado signos de violencia. Así es que estos dos seres humanos, estos dos jóvenes, estos dos vecinos de la ciudad han pasado a ser dos cuerpos sin vida encontrados en edificios en ruinas. No es lo mismo.
El fémur, que fue hallado en una fuente en la Alameda del Parral, era de un hombre de unos cincuenta años, que murió y fue enterrado hace unos treinta años. En cuanto a la casa (la de la foto), se trata de una vivienda deshabitada, en la curva de la calle San Gabriel. Por cierto, tiene unas magnificas vistas al Acueducto.
Qué poder tiene la gramática. Basta colocar unos cuantos adjetivos y la realidad cambia. Indigente, extranjero, desconocido, abandonado, ruinoso, indocumentado... Dicen los filólogos que los adjetivos funcionan como adyacentes de los sustantivos, como delimitadores del significado de los nombres. Es decir, matizan, añaden circunstancias, son palabras que sirven de acompañantes del protagonista, del sujeto, que es el sustantivo.
Eso será en la realidad gramatical, porque en nuestra realidad ciudadana las cosas funcionan de manera muy diferente: aquí lo principal es que eran extranjeros, que la casa aparecía vieja y ruinosa, que los muertos eran desconocidos y pobres. Por eso, sólo por los adjetivos, nos gana la indiferencia, la costra que va cubriendo nuestra humanidad. Triste, seco e indiferente final de verano.