Agua: Poder y Negocio
Los de El Adosado son mucho más razonables que nuestras autoridades en esta guerra del agua, pues han dado en el clavo -de la herradura, se entiende- con esta foto de las orillas del Pontón (publicada el domingo 10 de septiembre) en la que los nobles caballos se preguntan dónde están los burros y ellos mismos se contestan diciendo que están más abajo diseñando un campo de golf. Por cierto, a esos pollinos les retratamos aquí este verano tan contentos ellos -animalicos- en el acto de firma del campo de golf y edificaciones adyacentes, así es que son borricos conocidos.
Yo no sé si los buenos y honrados constructores y alcaldes, empresarios de obras públicas y responsables autonómicos –los habrá, sin duda– son conscientes de que sus respectivos gremios se han convertido en la hez del país, y sus componentes en los más detestados y despreciados por los ciudadanos decentes: en los villanos de la nación, en los más desacreditados, quizá dentro de poco en los apestados, desde luego en los que más vergüenza causa tener cerca. Allá ellos si no hacen nada para remediarlo. Pero así son las cosas en la percepción del hombre vulgar, y no cabe enfadarse con lo que la gente percibe, que es más o menos lo siguiente: España está siendo destrozada por el chalaneo entre esas dos o cuatro profesiones. Desde que los permisos de edificación y la recalificación de terrenos son competencia “transferida”, municipal o autonómica según los casos, aquí se construyen anualmente más viviendas que en los más importantes y poblados países europeos juntos, sin que se vea más demanda que la puramente especulativa y sin que la demencia constructora signifique una bajada de los precios (por aquello de la abundante oferta), sino todo lo contrario, un incesante y escandaloso aumento. La proliferación salvaje no se limita a lugares que desde antiguo son gatuperios, como Marbella o la costa levantina, sino que se da en casi todo el litoral mediterráneo (brutales los planes para Almería y Murcia), en parte del atlántico (les va tocando el bestial turno a Galicia y Cádiz) y en las zonas cercanas a las grandes metrópolis (Guadalajara, Segovia y Toledo están ya en proceso de transformarse en monstruosidades submadrileñas). Para llenar el país de cemento y ladrillo los constructores y los alcaldes –los del PP a la cabeza, pero los del PSOE se les distinguen poco en esto– no se paran en barras: si hay que cargarse el paisaje, el equilibrio ecológico o el patrimonio histórico-artístico, arrasan con todo ello; si donde planean erigir sus adefesios no hay agua para los habitantes futuros (aún menos para los ridículos campos de golf escoceses que proyectan y que, según ese cerebrillo del PP, Pujalte, no consumen nada), les da lo mismo, no consideran suyo ese problema. Si nuestras ciudades están perennemente levantadas, cavadas, destripadas, invivibles, nadie cree ya que sea por necesidad o mejora, sino porque los ayuntamientos están al servicio y porcentaje de las desaforadas y voraces empresas de obras, que han decidido enriquecerse a costa de torturar a los ciudadanos. Las recalificaciones de terrenos son hoy tipo relámpago, y cada poco nos enteramos de que el negocio inmobiliario está plagado de ex-ediles, ex-concejales, ex-autonómicos y ex-cuñados, gente de la que ha dependido a veces, apenas un par de años antes, la revalorización arbitraria y desmedida del suelo.
La ejecución de la obra de recuperación de las Riberas de los Ríos Eresma y Ciguiñuela da cada día más la sensación de que no tanto es una mejora y acondicionamiento de los cauces y su entorno para disfrute ciudadano, sino una oportunidad para que algunos propietarios de fincas próximas consigan accesos para vehículos, obteniendo con ello una indudable revalorización de sus terrenos.
De todas estas preguntas, yo no me atrevo a contestar a ninguna. Bueno, a la última sí: no se les ocurren, ni se les ha pasado por la cabeza. Además nos soltarán el discurso del progreso y del desarrollo de la ciudad y de sus pueblos. Nos venderán esa moto de la todourbanización y del crimen catrastal y ambiental como las grandes metas, el paraiso que nos espera en la otra esquina. Y una mierda. Llámemos a las cosas por su nombre: esto que nos van a vender es especulación, capitalismo de rapiña.
Mientras tanto, Madrigal ha dado en la diana: Lávate, pero sin exagerar. Seguro que nos propondrán medidas de ese tipo, mientras crecen campos de golf, urbanizaciones a la americana y negocios basados en el derroche y en el beneficio de los mangantes de siempre. Así es que, amiguitos y amiguitas, no os olvidéis de una idea con la que nos van a machacar en la política local en un futuro próximo: hay que generar infraestructuras y recursos hidráulicos (traducción: secar pozos y hacer pantanos). Mientras tanto, yo me seguiré lavando, pero sin exagerar.