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martes, junio 27, 2006

Las huertas de la Alameda y el alma del paisaje de Segovia


Segovia: ecología y paisaje. Guía para una comprensión integral de la ciudad es una excelente obra colectiva, pluridisciplinar, que desecha una visión fragmentaria de nuestra ciudad. Publicada en 1993, contiene una serie de itinerarios por Segovia, en los que se compagina lo científico con lo intuitivo. Uno de esos itinerarios es el que se realiza por los valles del Clamores y el Eresma. En él, Blanca Salinas nos proporciona esta sentida referencia sobre las huertas de la Alameda del Parral. Su lectura permite ver –y sentir- lo que perderíamos si desapareciesen las huertas. Demolición, ya.

… El paseo junto al río se hace corto y pronto llegamos al puente de los Huertos, desde donde se dominan las huertas que jalonan toda la orilla izquierda del río. Los depósitos aluviales y los que proceden de la ladera, crearon durante siglos un fondo mullido de arenas, limos y gravas a lo largo del valle. El agua del río, las caceras, las fuentes y el soleamiento resguardado hicieron lo demás.

Bien es cierto que estas huertas han perdido la importancia que en otras épocas tuvieron como abastecedoras de hortalizas para la ciudad alta, pero también es verdad que han quedado integradas de tal modo en la imagen de Segovia, que están plenamente justificadas por su interés estético-paisajístico. Por otro lado, aunque los hortelanos de oficio ya escasean, el cuidado de la huerta supone una ocupación suficientemente atractiva para que fuesen muchos los que gustosamente se encargarían de cultivarla en sus ratos de ocio si el Ayuntamiento les proporcionara los terrenos, lo que ya se está haciendo en muchos países europeos.

Lo que en ningún caso está justificado es el cambio de uso de estas huertas que actúan como enlace entre el paisaje rural y el urbano, entre el campo y la ciudad.

…Según nos acercamos de nuevo a la Alameda, vemos aflorar sobre los árboles la silueta de las torres recortándose contra el cielo. Azul, dorado, verde… colores que se imprimen en nuestra retina; cielo, piedras, arboledas… imágenes que se graban en nuestro recuerdo. Aromas, sonidos, luz… sensaciones hechas emoción; serenidad, sosiego, paz… sentimientos que inundan nuestra percepción: tal es el alma de nuestro paisaje.