hontanillademolicion

martes, junio 20, 2006

Crónica clandestina de la merienda por la demolición (I):






Dice el Manual práctico para la desobediencia civil (pág. 160), libro del que es devota la moderadora de esta bitácora:

…la clave del éxito de cualquier acción de resistencia a la autoridad es la imprevisibilidad. Gran parte del éxito de la táctica utilizada por Gandhi radica en esa característica; en Sudáfrica o en la India, los ingleses estaban preparados para hacer frente a una rebelión violenta, tenían fuerza y técnicas policiales para sofocar la misma, pero se encontraron con un adversario desconcertante, que no se oponía por la fuerza, y no supieron reaccionar adecuadamente. Ni siquiera desde un punto de vista táctico conviene homogeneizar las acciones desobedientes, porque, cuando los comportamientos se uniforman, el Sistema aprende a dar respuestas.

La merienda tuvo un carácter imprevisible ejemplar: pese a estar anunciada en esta humilde página, pese a publicarse en los medios de comunicación, nadie –ni siquiera las personas asistentes- pensaban que se fuera a realizar. Bueno, alguien sí, una fotógrafa de El Norte, pero impelida por la tromba de agua y por la multitud de citas que debía tener, abandonó el escenario con presteza.

Os cuento el escenario: ¿alguien ha visto cómo llueve en una escena de película de cine? A manguerazos, en tromba. Bueno, pues el sábado 17, a la hora de autos, llovía el triple que en esa escena que recordáis. Yo bajé con el coche, los limpiaparabrisas a tope y apenas sin visibilidad, hasta los muros de la institución –mejor dicho: la empresa privada- donde dicen las malas lenguas que se encuentran las llaves de los apartamentos.

Bajo del coche. Nadie a la vista, no hay moros en la costa. Me encuentro con una bonita cascada que cae en un pilón siempre seco; por la bajada a la Alameda baja un río de agua y me calo los pies. Voy pensando en el inevitable resfriado, cuando distingo al fondo, en medio del puente, a cuatro personas que muestran su orgullo desafiando el temporal. Pregunto a voz en grito: ¿A qué habéis venido? A merendar, me responden a coro. Se acercan otras dos personas y ya somos siete.

Llevados por su natural inclinación a fisgar, la comitiva se acerca hasta las puertas de la extinta huerta. Allí se encuentran con que una lona verde, cual paño de pureza, cubre las vergüenzas urbanísticas de la parcela, pero, oh sorpresa, casi en el centro mismo de la lona se abre una hendidura, vertical, que nos sonría. Una vez que toda la comitiva ha metido la cabeza por esa sonrisa vertical y ha comprobado lo embarrado que está el suelo que antecede a los malogrados muros de contención, el grupo se mira y echa a andar.

La cosa se pone en marcha.

Continuará…

1 Comments:

At 11:15 p. m., Anonymous Anónimo said...

Pero en todos los relatos hay un malo, ¿cuándo va a salir el malo?. Y otra cosa, ¿seguro que eran sólo 7 los magníficos?. ¿no es más cierto que esos 7 representaban a otros 7 que a su vez les habían cargado con la indignación de otros 7 porque allí se estaba, supuestamente, trasgrediendo la norma que, desde 1947, trata de asegurar que el paisaje sea paisaje nunc et semper per saecula saeculorum?

 

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