¡Abajo el desarrollo sostenible! o del arte del engaño etiquetado

Esta semana pasada ha sido la semana de Segópolis con la presentación, en la Sala de Caja Segovia, del documento que recoge el Plan Estratégico. La lectura del mismo es muy sugerente y desde aquí se recomienda por ser altamente instructiva. Contiene buenas dosis de demagogias políticamente correctas.
Para no alargarme pondré sólo un ejemplo: en el capítulo V, inspirado por la geometría y titulado "Ejes, Vectores y Proyectos", el vocablo que más veces aparece es SOSTENIBLE. Nada menos que 63 veces se llenan la boca con esas palabrejas del desarrollo sostenible nuestros políticos. Alguna persona ingenua podría pensar que nuestras autoridades han caído presas de los intereses ecológicos, de la preservación del bien común, de la preocupación por el patrimonio natural, de la generosidad con las generaciones venideras... Nada más lejos de la realidad: en ese mismo capítulo se bendice la posible creación de un aeropuerto en Segovia, de Segovia 21 -el nuevo proyecto magno de nuestro Birrey, como le califican nuestros amigos de El Adosado, por eso de haber presidido, en una década prodigiosa (prodigio: suceso extraño que excede los límites de la naturaleza) para esta tierra la Caja y la Diputación- o la realización de gestiones precisas para allegar más recursos hídricos (traduzco: creación de un nuevo pantano, ese que estaría en Las Calderas y que no se atreven a defender en público, pero sí en los despachos).
No hay que engañarse, pero esta trampa la explica mejor que yo Serge Latouche, un ecomomista de la Universidad París- Sud, en una reciente obra del Colectivo Revista Silence. Esto es lo que dice:
Se llama oxímoron -o antinomia- a una figura retórica que consiste en yuxtaponer dos palabras contradictorias, como "en la oscura claridad que cae de las estrellas", que tanto gustaba a Víctor Hugo. Este procedimiento inventado por los poetas para expresar lo inexpresable es cada vez más utilizado por los tecnócratas para hacer creer en lo imposible. Por ejemplo, una guerra limpia, una globalización de rostro humano, una economía solidaria o saludable. El desarrollo sostenible es una de esas antinomias [...] El desarrollo sostenible es como el infierno: está lleno de buenas intenciones [...]El mundo es finito y tratarlo mediante la sacralización del crecimiento -aunque se le pongan adjetivos como sostenible- como indefinidamente exportable es condenarlo a desaparecer. En efecto, no se puede invocar el crecimiento ilimitado y acelerado para todos y pedir a la vez que se tenga en cuenta a las generaciones futuras. Es la idea mágica del pastel al que basta con aumentar de tamaño para alimentar a todos pero que hace innombrable plantear la posible reducción de las porciones de unos cuantos.
Para verificar que esto es cierto no hay más que darse una vuelta por los alrededores de Quitapesares y comprobar con eso de Segovia 21 lo que esta gente entiende por desarrollo sostenible: árboles talados, montes de utilidad pública edificados, bienes públicos privatizados y naturaleza agredida en beneficio de unos pocos. Claro que eso lo bendice nuestra izquierda provincial (reitero que no sé si existe esta especie).
Que nadie se confunda con las etiquetas bonitas que ponen a sus proyectos particulares (no son míos, que no los hagan en mi nombre): mienten.