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martes, abril 17, 2007

El TAV, ese invento del demonio


Anda la ciudad y parte de la provincia entusiasmada con la noticia que, según dicen, nos cambiará la vida a finales de año. Están todas las personas de bien esperando la llegada de esa maravilla tecnológica que nos traerá el futuro, el progreso, la riqueza, hasta estas olvidadas tierras segovianas. Se dicen pocas cosas concretas sobre el Tren de Alta Velocidad, pero las que se atisban son todas fascinantes: romperemos las barreras del tiempo y el espacio, atravesaremos montañas, estaremos en la lista de ciudades modernizadas, impulsaremos el turismo, se fomentarán los negocios, la población crecerá. Segovia será una tierra de oportunidades.
Pues a mí no me la dan. No lo veo yo tan claro, así es que aquí está servidora, haciendo su papel de aguafiestas. Para ello, siguiendo un artículo de Miquel Amorós, no tengo más que preguntarme: ¿cómo incide este artefacto tecnológico en la ciudad, en los barrios, en nuestra vida cotidiana?, ¿quién ha decidido su introducción?, ¿quién ha designado su ubicación?, ¿cómo va a cambiar nuestra percepción de la realidad?
Ojo con lo que afirma el bueno de Amorós: “El Tren de Alta Velocidad es el futuro”, dicen los dirigentes de todo pelo y nivel sin que nadie les contradiga, pero también lo han dicho de las centrales nucleares, de los campos de golf, de los transgénicos, de las nanotecnologías, de las autopistas o de los megaeropuertos… […] En todo caso podemos sacar en claro que es el futuro de la clase dirigente, que la permanencia de la dominación depende de todo ello.
En realidad, la función central del TAV no es otra que el desplazamiento de ejecutivos a toda leche y en la media distancia. El TAV cumple otra función chupi-lerele: conectar zonas residenciales donde viven ejecutivos, profesionales liberales y especuladores financieros y de la economía sumergida con las metrópolis. Así es que, por la mañanita, salen bien aseados y peinados estos personajes colgados al móvil o al portátil y se van a la gran ciudad y por la tarde-noche vuelven a sus moradas de adosados o de urbanizaciones de unifamiliares. Alguien dirá que esto también se hace, y en magnitudes mayores, por medio de las autopistas. Estoy de acuerdo, pero si queda claro que el AVE no compite con las autopistas, sino que las complementa. Ambos mecanismos tienen un efecto aditivo (y sospecho que también adictivo): multiplican los desplazamientos. Para que se me entienda: ocurre lo mismo que con los bares que están juntos; ninguno de los dos pierde su clientela, ambos suman negocio.
Otra función es la del fomento del turismo, pero sinceramente creo que esta es una función menor. No obstante, hay que considerarla: la gente utiliza en algunas ocasiones excepcionales este artilugio férreo para pasar uno o dos días en una ciudad turísticas. Suele hacerse en fechas muy concretas y propicia, de esta manera, el colapso y la masificación.
No obstante, la gran función económica de la Alta Velocidad es la especulación. Transcribo aquí lo que dice el certero Amorós:
El AVE no supone demasiado negocio en las ciudades donde se detiene, como Lleida, Ciudad Real, Toledo o Puertollano. Apenas atrae empresas o congresos, no afecta pues al turismo, ni al comercio, ni tampoco crea puestos de trabajo. Lo que verdaderamente estimula es la especulación inmobiliaria. En efecto, el entorno a las estaciones se revaloriza exponencialmente. Las bolsas de capital acumulado en el negocio inmobiliario y la transformación de las pequeñas capitales provincianas en ciudades dormitorio disparan la construcción. La estación de El Prat de Llobregat inducirá la construcción de 7.000 viviendas.También alrededor de la estación de Valladolid ha nacido un barrio. Valdeluz, un páramo cercano a Guadalajara, se va a convertir de la noche a la mañana en un poblado de 34.000 almas en pena con sus campo de golf y sus centros comerciales, las nuevas insignias de la especulación. Otro tanto ocurre en los municipios de Perafort, La Secuita y otros cercanos, donde se ubica la estación del Campo de Tarrragona, que amontonarán a 20.000 cabezas. Allí se compran terrenos sin reparar en gastos, se otorgan licencias de obra por un tubo y se construyen pisos frenéticamente a fin de tener dispuesto un suburbio repugnante y gris en pocos años.
Como veis, de Segovia no dice nada. Y es que aquí, según nos dicen, sólo nos caerán las bendiciones; de la parte oscura nadie habla. Bueno, yo sí estoy dispuesta a hablar otro poquito. Hasta otra.